BENARÉS

Dice la leyenda
que la ciudad la fundó el dios Shiva. Dicen que tiene más de tres mil años de
antigüedad. Y que era en centro religioso dedicado al dios del sol. Era una
ciudad centro de lo religioso, educativo y artístico. Se extendía a lo largo de
la ribera del Ganges.
Eran
importantes sus telas, sedas, perfumes, marfiles…En el 1.300 más o menos la
ciudad fue saqueada por los afganos. La dejaron hecha unos zorros. Y luego fue
atacada por los mogoles. Que no mongoles.
Pues eso. Es que querían acabar con el hinduismo.
Ahora mismo esta ciudad es considerada por los hinduistas como una de las
ciudades para ir a peregrinar. Como una ciudad santa. Es que una de las cabezas
del dios Brahmá descansó cuando llegó a esta ciudad.
-Qué fuerte. Una cabeza del dios. O sea el dios tenía
mogollón de cabezas. Que además se cansaban.
-Pues sí. Ni me imagino la cantidad de dinero que se
gastaba el dios en sombreros.
-Era un dios. Pero es que además la esposa del dios
Shiva, la diosa Satí, se suicidó. Y se suicidó a lo bonzo. Se quemó. Y una de
las manos, la izquierda, cayó en la ciudad. Así que en la ciudad hicieron un
templo a los dioses.
-Hicieron los templos por cabezas y manos.
-Yo diría que hicieron los templos por narices.
-Por cataplines.
-Por ...porque sí. El hinduismo dice que quien muera
en Benarés se queda liberado del ciclo de reencarnaciones. Y pasa directamente
al nirvana.
Los baños en el río se consideran purificadores de los
pecados.
Ni que decir
tiene que el Ganges es cualquier cosa menos puro. Es decir entre los cadáveres
que flotan, los animales que se echan allí, las basuras que son arrojadas al
río…uno se imagina que bañarse en estas aguas no es exactamente como ir a un
balneario.
Por eso Benarés
se ha convertido en la ciudad a la que quieren ir los enfermos y ancianos. A lo
largo del río hay casas que acogen a los moribundos. Mientras se creman los que
ya están muertos. Y se arrojan al río. Al mismo tiempo pasan en especie de
camillas hecha de palos a los enfermos que según ellos están terminales. Y
estos pobrecitos pueden ver cómo preparan su futuro.
Pero las piras
crematorias aunque son muchas a lo largo del río, también se muere mucha gente.
Allí estamos presenciando las cremaciones. Pero no da tiempo. Cuando pasa un
rato aunque al cuerpo no le haya dado tiempo a desaparecer, se echa al río.
Así que podemos
tener la oportunidad de ver flotar un trozo de pierna, y otros pedazos que no
son todavía cenizas. Desde las calles hay escaleras de piedra que bajan hasta
el Ganges. Allí bajan las personas para darse sus baños purificadores.
Los sitios más
importantes para ver son el templo dorado, dedicado al dios Shiva. Uno de los
más sagrados. Si no eres hinduista, no entras ni de chiripa.
También está la
mezquita Mezquita de Gyanvap de color blanco. Siempre está el ejército por allí
por si pudiera haber un ataque de grupos ultra hinduistas. La entrada se
reserva a los musulmanes.
En fin, entre
unas cosas y otras esto es lo más interesante de la ciudad. Pero a los ojos del
occidental, lo que puede ser traumático es contemplar todas esas cremaciones,
toda esa pobreza, todos los cadáveres flotando en el río sagrado.
Tú puedes ver
no sólo trozos de cadáveres casi incinerados sino también los cuerpos flotantes
de las personas que no han tenido el derecho de la incineración ya que el
hinduismo prohíbe dicho ritual a los que han muerto de forma violenta como los
asesinados, suicidados, o sea no muertos de forma natural.
Se dice que en
Benarés el fuego no se ha apagado desde hace años a causa de las cremaciones.
Imaginemos cuántos árboles tienen que cortar para todo esto. Lo que esto supone
para la desforestación y para la polución y contaminación del ambiente que
huele a putrefacción y muerte.
Se dice que el
hombre más rico de Benarés es quien se encarga de distribuir y vender la madera
para las cremaciones. Ya sabemos por qué es tan rico. Le importa un carajo el
medio ambiente, la tala indiscriminada de árboles y su propio país.
Cuánta razón
tenía Marx, al decir que la religión es el opio del pueblo. En algunos casos.
Este es el final de mi viaje a La India. Un país lleno de contradicciones que
venera a los actores de Bollybood una fábrica de hacer cine como se hacen
churros.
Dando al pueblo
“pan y circo” para que estén tranquilos sin atreverse a iniciar ningún tipo de
revuelta comunista que quizás podría llevarles a algún tipo de escape. La
India, este mágico país al que por el momento no volveré al menos en mis
próximas siete reencarnaciones. Pero que uno tiene que visitar. Alguna vez.
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